El papel del capitán a bordo debe ser el de una autoridad indiscutible, que no solo proporcione unas órdenes concretas a la tripulación, sino que también transmita la seguridad de que todo lo que exige es justo lo que se debe exigir.

Es cierto que la experiencia del capitán siempre resulta determinante para el éxito de una travesía, tanto si se trata de una sencilla jornada familiar costera como para afrontar un largo recorrido en altamar.
Sin embargo, como podemos extraer de múltiples refranes, no se trata solo de lo que sabe el capitán, sino también de cómo transmite confianza al resto de tripulación, especialmente si nos encontramos ante unas malas condiciones de navegación.
Existe en muchas costas la firme creencia entre los marineros de mayor edad, de que a la hora de zarpar de un puerto el capitán nunca puede voltear la cabeza para mirar atrás, ante la posibilidad de que ello pueda acarrear mil desgracias, desde tormentas hasta el naufragio. Alguna vez se ha querido también relacionar este hecho con el recuerdo de la huida de Lot de Sodoma y su mujer convertida en estatua de sal.
Sin querer buscar complicadas justificaciones, los más experimentados consideran que la tradición de no mirar hacia atrás al salir de puerto se basa más en que, dado el papel de líder del capitán en la embarcación, este debe partir con la convicción y confianza total para afrontar todo aquello que les pudiera estar esperando mar adentro y transmitirlo de este modo al resto de la tripulación.
¿Y si no se está totalmente convencido? Tal vez no sea el momento más adecuado para zarpar...
Por R. Masabeu