El característico e impresionante perfil del Peñón de Ifach recibe desde siempre a los barcos que navegan frente a las costas de Calpe, en la alicantina Costa Blanca, bendecida habitualmente por unas ideales condiciones meteorológicas, incluso en pleno invierno.
Su imponente aspecto, sólido, elevado y difícil de escalar, ha hecho que desde la antigüedad se le considerara, según el historiador, como los restos de una de las columnas de Hércules, en disputa con el también Peñón de Gibraltar, que habían marcado alguna vez la entrada al Mediterráneo junto el ceutí Monte Hacho.
Cuenta la mitología que en esta paradisíaca costa existía una gran colonia de Sirenas que habitaban tranquilas en sus cristalinas aguas de abundante flora y fauna, sin ser molestadas por los habitantes de la zona al dedicarse a facilitarles la pesca empujando hacia las redes de sus pescadores los más abundantes bancos de peces.
Todo discurría de forma tranquila hasta que un genio malvado e irascible apareció ante Calpe para dedicarse a acosar constantemente a las Sirenas, impidiendo que estás pudieran hacer llegar las capturas a los pescadores. Esta situación llevó al descontento de los marineros, que empezaron a perseguir a las Sirenas para pedirles explicaciones, o algo peor.
Sin poder luchar contra el genio maligno, las Sirenas pidieron ayuda desesperada al Rey Neptuno, que envió a Calpe un Genio aún más poderoso que hizo salir al malvado ser fuera del agua, petrificándose para convertirse en el mítico Peñón de Ifach en su loca huida.
Se dice que en los amaneceres en que el Peñón está envuelto en niebla es porque el Genio Malvado está haciendo esfuerzos para escapar de su prisión pétrea, pero que los primeros rayos de sol se encargan rápidamente de apaciguarlo.
¿Tendremos el atrevimiento de navegar frente al Peñón de Ifach en los días de niebla, o preferiremos esperar a ser acompañados bajo el sol por las afables Sirenas? *Por R. Masabeu