Los marinos de cualquier latitud temen en algún momento la presencia a bordo de ciertos objetos o personajes, debido a sus opinables poderes maléficos con los que atraen la mala suerte.

Este irrefrenable temor a la mala suerte e incluso por las personas gafes, se relaciona generalmente al miedo a afrontar lo desconocido y las malas experiencias previas sufridas o simplemente escuchadas durante las largas guardias nocturnas. Curiosamente, para algunas de estas maldiciones, pueden existir explicaciones con base de lo más real.
Muchas narraciones hablan de objetos gafes que nunca debemos embarcar, como los ataúdes o las flores, relacionadas siempre con los entierros. La creencia de que los plátanos a bordo son peligrosos, proviene seguramente de la época de los grandes descubrimientos en cuyas travesías maduraban demasiado y en grandes cantidades podían provocar la emisión de un explosivo gas etileno.
Tampoco son queridos los paraguas, directamente relacionados con la lluvia y de los que se dice que pueden atraer las tormentas, sobre todo abiertos que es cuando mejor captan los posibles rayos.
Sobre actos prohibidos se encontraba el de silbar a bordo, para no atraer vientos y tempestades, subir con zapatos de calle o intercambiar sal entre dos barcos, así como hacer tintinear una copa de cristal, pues suponía el ahogamiento de un marinero. Sorprende también la creencia de que colgar a secar ropa interior, especialmente la femenina, hace calmar el viento, aunque pueda encender la imaginación de la tripulación en las largas travesías.
En cuanto a personajes, en algunos lugares se considera de mal augurio a los clérigos, por entregar la extremaunción; las mujeres, por provocar peleas entre la tripulación mayoritariamente masculina, además de a los finlandeses, considerados entre los anglosajones como brujos de las tempestades, por lo que tampoco eran bienvenidos a bordo.
¿Tendremos entonces que aumentar nuestro equipo de seguridad a bordo con ropa interior, si queremos navegar por Finlandia?
*Por R. Masabeu