Una de las historias marineras más interesantes y difundidas durante la edad Media del libro sagrado de los cristianos es, seguramente, el mito de Jonás y la ballena, que plantea temas como el temor, la paciencia , el castigo o la recompensa supeditados a Dios.
En una época en el que el mar era el gran desconocido, narra la historia del profeta Jonás que huyó temeroso ante el encargo de Dios de predicar su palabra en la malvada ciudad de Ninive. A bordo de una barca en dirección contraria, en medio de una tormenta, la tripulación lo lanzó al agua convencida de que estaba maldito por su desafío al mismo Dios, donde fue tragado por una gran ballena. El pobre Jonás no murió, sino que permaneció aprisionado en su interior tres días, durante los que pidió perdón por su desobediencia y se dedicó a adorar a Dios, antes de ser escupido de nuevo en las costas de Ninive, donde comenzó a predicar finalmente.
Se dice que en la vida real existe por lo menos un caso similar, contrastado y de final feliz, que habla de la historia de James Bartley, un timonel inglés de 21 años que en su primer gran viaje a bordo del ballenero The Star of the East, en el año 1891 y frente a las Islas Malvinas, cayó al mar durante la persecución de unos cachalotes, siendo engullido directamente por el ejemplar de mayor tamaño, que se sumergió rápidamente acosado por los arpones.
Al día siguiente encontraron un gran ejemplar muerto y tras dos días de trabajoso despiece encontraron en el estómago al marinero, al que lograron reanimar tras cinco horas de esfuerzo. Al despertar fue atado a la litera, afectado por un ataque de locura y gritando sobre el fuego que le había estado consumiendo, pues no olvidemos que tan solo la sangre de la ballena ya puede superar los 41 grados centígrados.
Al volver a tierra tras este milagro, se desembarcó con la intención, no solo de no volver a pescar ni a quedarse solo, sino también a no volver a mirar en ningún caso al mar.
¿Tendríamos cualquiera de nosotros la misma “buena” suerte?¿O sería preferible perecer ahogados antes de sufrir una auténtica “Cocción en vivo” en el interior de la ballena?
*Por R. Masabeu